Me uní a la secta de los perros.

Como nunca me identifiqué con el hipismo y sus postulados.   Por eso decidí unirme a la secta de los perros.    

Esto no lo sabía bien a bien hasta hace poco un par de años. Y es que la verdad nunca me gustó eso de las flores, eso del amor y paz, eso de la psicodelia, eso de la moda y todos contentos y con sonrisas enmarcadas en pelo largo. Bueno la meritita neta pus a mí ni me tocó esa generación, ja, ja, ja. Yo nací en la década de los 80 ¡¡¡del siglo pasado!!! y esa explosión de rebeldía juvenil hippie ya tenía por lo menos 15 años de haber  sucedido. 

Eso sí, dejó marcada la senda a seguir para las nuevas generaciones de lúbricas e incontinentes mentes de jóvenes que siempre -cada temporada, cada trienio, cada lustro- se empeñan en cambiar el puto mundo. Basta echarle una leída al texto "El último de los hippies" de nuestro viejo amigo, el vejete Penny Rimbaud integrante de la extinta e influyentisisisisíma banda-colectivo CRASS. En donde hace la remembranza de un hippie un poco menos hippie -casi punk rebeldón- que los de su generación en el Reino Unido y que hace una crítica del hippismo y su "pasividad". De hecho, el viejo afirma que fracasaron.

Y bueno en el ámbito de la cultura y la contracultura se ve bien y bonito. Como el rock ya se había consolidado en la cultura, primero gringa, y después mundial, ya que esos hippies de los 60 y 70 ya habían crecido y ya tenían trabajos, y también ya estaban insertos en la maquinaria laboral, se necesitaba la fuerza destructiva del punk, que también pasó por ese mismo esquema al alcanzar la madurez o adultez, pues me quedé patidifuso ¿no? 

íralos namás
       
Atestiguaba como todo lo que creía se venía abajo, que los viejos punks ya no tenían ganas y se habían relajado. Nada más natural en éste mundo.     

Pero descubrí a los anarcopunks y luego al anarquismo (así en ese orden)…

Y observé generaciones de punk y de rebeldes que no se rinden, que no claudican, que cambian, transmutan, y se renuevan y les vale verga la dinámica de la edad.

Así las cosas cuando me llamó la atención la estética crust-punk, los andrajos, los harapos llenos de remiendos, el visú nervoso, el cabello hecho como de jirones y que los entendidos atinaron en llamar  algo así como “dreadlocks” o como yo entiendo:  presentación culera (en el sentido chido): la desfachatez, el desgarbo, y la hediondez.  Lo tomé como un remedo de aquellos hippies despreocupados de antaño. Y obviamente no me gustó, no lo vi con buenos ojos, y por supuesto lo condené. 

Y al cabo de un tiempo me tome la molestia de reflexionar aquello, ya que dentro del movimiento punk en el mundo y claro, en México, el crust-punk se mete en las entrañas de la música, la cultura y la estética. Bien diferente al estilo londinense y que varios de los compas adoptaron por mayor afinidad. A muchos no nos dan muchas ganas de andar con crestas, decíamos y decimos todavía: la cresta no hace al punk.

crust d beat raw hardcore grind jajaja


Inevitablemente lo relacioné con los pinches cínicos de Grecia y de su mas conocido exponente: Diógenes de Sínope.   

No estoy diciendo que regresemos a escuelas filosóficas ya transitadas y adaptarlas a nuestra cultura, nuestras prácticas y nuestros fines, nel, sino de darle una valorización como actitud vital, moral y política del hombre que tampoco renuncia al tiempo.

Para comenzar los cínicos, pinches perros. Tomaron varios conceptos ya existentes en la filosofía griega y uno que ya conocemos nosotros de sobra es el de la autarquía o sea la autonomía o la autosuficiencia, donde se desprenden todos nuestros pensamientos anárquicos: El deseo de libertad para ser feliz o algo que se le parezca. El desprecio por los convencionalismos sociales, contra el idealismo y la retórica (o sea la arremangadísima y alzada Academia), y el cosmopolitismo. Dicen que el puto del Diógenes fue el primero en considerarse “ciudadano del mundo”  Y que también decía que para las personas no debe haber leyes, diferencia de clases, gobierno, y demás. 
    
Eran sabios errabundos, vestidos con harapos, remiendos y mugrosos pues. Diógenes vivía en un barril, a la manera del chavo del ocho, con sus pocas posesiones, una manta, una linterna y un plato para comer y beber, y dicen que se desprendió de él cuando observó a un niño comer lentejas en un pan y beber agua de una fuente sólo juntando sus manos, a lo que el filósofo vio que si un niño no necesitaba de plato, él tampoco. Se reunían en una plaza o gimnasio que tenía como nombre perro veloz o algo así. Y por su aspecto y su rechazo a enseñar sus mamadas en una escuela, sino en la pinche plaza para que todos los escuchen (principalmente pobres), además de sus costumbres disolutas, les llamaron kynikos  o perros.     

Otro aspecto es que no transmitían sus pendejadas mediante diálogos o bellos discursos, nelazo, lo hacían al estilo podrido y sucio del punk: con agresividad, desfachatez, irreverencia y valemadrismo puro. Ejémplos sobran.

Dicen que un día a Diógenes en un banquete la gente le aventaba sobras como a los perros, él comió y fue a donde estaban los culeros y les espetó una soez, sucia y cabrona meada, también como un perro.              

¡¡¡Orale!!!   Por putos alzados.

O la vez que dicen que fue Alejandro Magno a la ciudad y aprovechó para visitar al famoso filósofo y según se dio un diálogo mas o menos así: 

-Saludos, soy Alejandro el Grande.
-Y yo soy Diógenes el perro…

-Yo tengo potestad sobre todas las cosas que ves, pídeme lo que quieras.

-¿Lo que yo quiera? Entonces apártate que me tapas el sol (o ¡apártate ke piso mierda! jajaja).

El Alejandro se quedó perplejo y (dicen que ) fascinado, entonces preguntó a Diógenes:

-¿No me temes?

-Alejandro. Dime como te consideras tú, ¿una buena persona o una mala persona?

-Me considero buena persona.

-Entonces ¿por qué habré de temerte?

Ja, ja, ja, ja.  Para que viera que no con todo su poder podría doblegar una mente libre. Pppppennnnn-de-jo.

O la otra anécdota donde dicen que, como los perros, le valía verga y se masturbaba junto al pórtico, una vez le preguntaron por qué lo hacía, si no tenía vergüenza. Y el pensador–perro contestaba:

-¡¡¡Ojalá el hambre que padezco también desapareciera tan agradablemente frotándome el vientre!!!

¡¡¡Sopas perico!!! Por preguntón

O como cuando (como sucede hoy mismo)  dicen que le vieron tumbado contando trabajosamente unas lentejas para después comerlas, un cabrón le expuso:


-Diógenes si aprendieras ser sumiso al rey, no tendrías que estar aquí comiendo lentejas.
-Y tú. Si aprendieras a comer lentejas no tendrías necesidad de adular al rey.

¡¡¡Ohhh por los putos clavos de cristo!!!  ¿No les suena compas?

Además como buen cínico, según relata su tocayo Diógenes Laercio, dicen que nació en una ciudad llamada Sínope en Turquía. Y su padre era un acuñador de moneda, un proto-banquero, claro al servicio del rey, no como es ahora. Y su padre, junto a Diógenes acuñaron moneda falsa (práctica que aparte de ser una pillería por parte de éstos compas, dislocaba las finanzas del Estado) y según siempre estaba orgulloso de eso. 


Ábrete a la verga que me tapas el sol. Te la sabes Diógenes


Por eso me gusta hablar de los pinches perros, porque no conozco otra propuesta y otra actitud, al menos en occidente, de tanta radicalidad como éstos cábulas. Imitados por cínicos como, no sé, un burlón Voltaire o un guapo y agradable Rousseau. Y claro por los punks de todo el orbe, punks a los que muchos quieren que se estén quietecitos y calladitos, porque se ven más bonitos.

Así que compa, si no te gusta la onda crust-punk, claro que no tienes que seguir sus pinches modas de chalequitos, suciedad, hipismo, estoperoles al por mayor y demás mamadas.       

Pero te invito a que reproduzcas algo de ésta secta de perros que tal vez si vivieran en éstos días, serían unos pinches punks o algo parecido.

O sea más actitud crustpunk y menos moda crustpunk...rawpostprotohardconoiseafter...

Con odio Buho.

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